luns, 6 de xullo de 2020

Nuestro refugio en ruinas. - rellatu orixinal d'Eva Caméan en castellán.


Sentadas bajo la sombra de un viejo árbol, detrás de esta particular casa ya sin vida, imaginábamos como sería nuestro futuro. Tú, una tierna adolescente de ojos negros y piel rosada, que contrasta con mi oscuro cuerpo color café, y que crea un mágico tapiz de colores cuando nos abrazamos. Yo, una joven con ganas de comerme el mundo y derribar todos los muros que encontrásemos a nuestro paso.

Escapábamos de las miradas observadoras, acusadoras, y nos refugiábamos en nuestro paraíso particular. Mientras observábamos el amplio valle que teníamos ante nostras, fantaseamos miles de tardes con habitar, en un futuro, la casa que cada día veíamos delante nuestra, ya débil, sin vida, olvidada, pero que nos parecía el lugar más mágico del mundo, nuestro refugio, cómplice de nuestras caricias y besos robados.

Los años pasan y todo cambia. Esta vida no es la amiga que imaginábamos, pero algo permanece después de todo, seguimos juntas.

La vida nos hizo tener que irnos de nuestro hogar, de la pequeña aldea en la que vivíamos y buscar un futuro “mejor” en la ciudad, ahí esperábamos encontrar una situación laboral digna y sobre todo volvernos invisibles, escapar de los murmullos constantes y los juicios innecesarios. Pero no todo es como parece, y nada es tan fácil. Los prejuicios, los estereotipos, la falta de sensibilidad y la falta de respecto están en todas partes, al igual que la precariedad laboral y la falta de salidas.

Todo se vuelve difícil, ese no era el refugio que esperábamos encontrar cuando nos fuimos. Nos volvimos invisibles, pero solo para la falta de solidaridad y empatía. Comenzamos a echar de menos la unidad de nuestra aldea, la mirada observadora de la vecina que vigila tras la ventana si vamos o venimos, pero que se preocupa el día en el que el pan está demasiadas horas colgado en la puerta esperando a que lo recojamos, y se interesa por si estamos bien o si ha pasado algo; Esa vecina que trae una docena de huevos y un saco de patatas cuando las cosas se ponen difíciles, o la que se ofrece a cuidar de mi abuela cuando tenemos que ausentarnos de casa.

Volvimos a la aldea, para sorpresa de todo el mundo, ¿Recuerdas la cara de mis padres al vernos aparecer de nuevo con las maletas ? Nunca la olvidaré, pero todavía menos la expresión de felicidad de la señora Carmen al enterarse de que nos quedábamos, nunca lo hubiéramos imaginado, siempre se mostró distante con nosotras.
Volvimos cargadas de energía, de reflexiones... descubrimos que el miedo está en nosotras mismas, que somos lo suficientemente fuertes para ignorar cualquier tipo de comentario, que nos amamos y que queremos vivir en la aldea que nos vio crecer, con nuestras familias.

Dejamos de escondernos, y nos fuimos a vivir juntas, a casa de tus padres. Volvimos mentalmente a la infancia y a la adolescencia, a los paseos por la aldea, por el bosque, por la orilla del río, y sobre todo a sentarnos al pié de aquel viejo roble y observar lo que queda de la casa de nuestros sueños, de nuestra fantasía juvenil, que cada vez tiene menos vida y se pierde en el mar del olvido, la vegetación comienza a tapar sus paredes, y la naturaleza quiere recuperar el terreno que era suyo.

Ahora, casi 30 años después, voy a contarte una de las noticias más importantes de nuestra adolescencia, por que volvemos a ella en este mismo instante: Eduardo nos vende la casa! Si, si... la casa de nuestros sueños, nuestro refugio ya en ruinas, pero que será el mejor hogar del mundo gracias a tu fuerza que lo inunda todo.

Ya la he apalabrado, todo está listo para empezar a trabajar en ella, solo me faltaba ser capaz de contártelo y por eso te escribo esta carta, sentada bajo nuestro árbol en la que ya es nuestra casa. A pesar de que hablo todos los días contigo, en el cuarto, en la cocina, en el trabajo... esta noticia merecía quedar escrita por y para siempre. Como nuestro amor. Este será nuestro hogar, a pesar de que nunca llegues a pisarlo, pero lo estarás habitando cada día, cada centímetro, a mi lado. No sabes la falta que me haces y lo mucho que te echo de menos.

Te quiero Xulia.


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